En mi país, es un hecho aceptable que amamantes a un bebé menor de 6 meses o que lo cargues en fular o rebozo hasta que domina el arte de caminar. Pero después de estas etapas, muchas veces comienzan las molestas preguntas: ¿y cuándo vas a dejar de darle pecho? ¿Todavía te sale leche? ¿A poco sí lo llenas? Y en cuanto al porteo, comienzan “observaciones” tales como: ¿no le estás forzando las piernitas? O: “si lo sigues cargando nunca va a querer caminar”; o la lindura: “lo que pasa es que está muy apapachado(ada)”.
Entonces, las mamás que estamos muy seguras de la
información con la que contamos, rebotamos amablemente los comentarios de los
opinólogos, con frases como: “La OMS y la
Unicef recomiendan la lactancia hasta los 2 años por tooodooos los beneficios
para la salud e INTELIGENCIA que desarrollan los niños… así que mientras más
pueda darle mejor… ¿cuánto tiempo amamantaron a tus hijos (nietos, sobrinos,
etc.)?” Toda esta explicación manteniendo la mirada muy firme y amable. Y
si puedes rematar con un “… pero gracias
por preguntar…” es aún mejor, pues no se trata de andar abofeteando a los
opinólogos, sino informarlos y de paso mostrarles un poco de modales.
En cuanto al porteo, es aún más fácil, pues normalmente, los
niños que están habituados al ser portados, suelen estar más tranquilos, dormir
profundamente durante las fiestas y eventos sociales (mientras los que están en
su carriola o sillita lloran), además de aprender más rápidamente a caminar
(sus piernas, abdomen, espalda y cuello se fortalecen con la postura correcta)
y desarrollar su sistema vestibular (equilibrio y ritmo), así que a veces ni
siquiera me tomaba la molestia de responder más allá de un “estamos felices las dos”.
Por todo ello, con mi tercera hija, tuve la dicha de
portarla hasta los tres años, fecha en la que ella con toda contundencia me
dijo: “ya no fular… ya soy gaaande”. En respeto a su decisión, dejé de cargarla de esa manera. Así que
cuando organicé un taller que se llama “Danza Portando”, pensé en llevarme a
niña con su propio fular para que bailara portando a sus muñecas. Con lo que no
contaba, es que al ver a todos los demás bebés y niños cargados, se rehusó a
quedarse en el suelo, así que me aventé el taller haciendo los ejercicios y
bailando con sus 3 años 9 meses y 14 kilos encima. La verdad, estaba súper
feliz de tener esa oportunidad nuevamente, pero llegaba a mi casa casi
arrastrándome, exhausta. Yo pensaba: “claro,
ya no estoy acostumbrada a su peso y menos haciendo ejercicio”. La sorpresa
que no esperaba, era que mi agotamiento se debía a otro motivo.
Ese motivo lo descubrí 2 meses después, cuando me
diagnosticaron un tumor en colon y una anemia severa. Se tenía que actuar con
rapidez antes de que el tumor me causara una situación más grave. Empezaron los
estudios y análisis preoperatorios. Por algunos de los medicamentos que me
dieron, tuve que hablar con mi niña y decirle que ya no podría darle pecho
antes de dormir, pues estaba enferma y necesitaba curarme. Ella me escuchó con
sus ojos muy abiertos y un sentido puchero que me llegó al alma, pero accedió a
que le diera un biberón mientras la abrazaba.
De un día para otro me quedé sin la posibilidad de cargar y amamantar a mi hija… Sólo podía agradecer a la vida haber gozado esos 3 años y 10 meses, íntimos, largos y maravillosos.
¿Tú tienes la certeza de cuánto tiempo podrás continuar tu
lactancia? ¿Puedes garantizar que podrás seguir cargando a tus hijos sin
problemas?
Lo último que te puedo comentar, es que el único momento en
el que mi hija mayor, de 11 años, se soltó llorando fue cuando se enteró que
por causa de la operación no iba a poder volver a cargarla…
Muy bien expresado colega.
ResponderEliminarPrecioso post cariño.
ResponderEliminarLo he destacado entre mis blogs favoritos de maternidad de la semana pasada :)
Un besazo!
Gracias, Pilar, es un honor!!
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