De acuerdo a la Terapia
Familiar Sistémica, a las Constelaciones Familiares y a la Terapia de la
Contención, uno de los regalos más preciados que les podemos dar a nuestros
hijos, es asegurarnos de que saben y sienten que SON VISTOS. Cerciorarnos que
los vemos, amamos y aceptamos como son, son algunos de los retos de la
maternidad / paternidad. Algo que nunca falla sin importar la edad que tengan
es: ver a nuestros hijos a los ojos cuando nos hablan o cuando les hablamos; y
de preferencia, ponernos a su altura física.
Algunas de las sugerencias
que enuncia Martha Alicia Chávez en su libro Hijos Invisibles son:
1. El primer lenguaje es el contacto. Tocarlos en cuanto nacen, no tener miedo a esa intimidad. Permitir la fusión con ellos los primeros meses, que no sean niños que se viven en una constante angustia de separación. Los niños no contenidos, además de angustia, experimentan enojo y lo manifiestan con rechazo. Es el clásico: “yo me quiero acercar o abrazarlo pero me rechaza o llora conmigo”.
1. El primer lenguaje es el contacto. Tocarlos en cuanto nacen, no tener miedo a esa intimidad. Permitir la fusión con ellos los primeros meses, que no sean niños que se viven en una constante angustia de separación. Los niños no contenidos, además de angustia, experimentan enojo y lo manifiestan con rechazo. Es el clásico: “yo me quiero acercar o abrazarlo pero me rechaza o llora conmigo”.
2.
Ser padres justos. Los papás que promueven la competencia o la
comparación entre los hijos, crean rivalidad, antipatía y rencores entre los
hermanos. Cómo promover la justicia: lo que se le da a uno se le da a todos, lo
que se prohíbe o se permite a uno, se aplica para todos, así como las
consecuencias.
3.
Promueva la expresión de lo que sí pueden hacer y de lo que
son capaces en vez de centrarse en el no – y a todos por igual -. Reconocer virtudes,
habilidades y avances en los procesos naturales de los hijos es sanador en sí
mismo. Que el hijo note que ves sus avances (prácticamente en lo que sea:
caminar, amarrarse las agujetas, en el deporte que practica, la manera de leer,
etc. La lista es infinita), y hacérselos saber desde el reconocimiento, NUNCA
DE LA CRÍTICA o la comparación.
4.
Manifieste lo que le da orgullo de sus hijos. Ojo, no se trata de
manipular a los hijos a través de nuestro “orgullo” o de hacerlos dependientes
de nuestra aprobación, se trata de ser sinceros y auténticos. Por ejemplo, no
es lo mismo expresar “orgullo” porque “decidió” seguir la tradición familiar
(profesión, vocación, salud, hábitos o equipo de fútbol), como condicionante a
su amor, que si genuinamente se acepta y aplaude lo que el hijo decide o hace
para su bienestar, a pesar de salir “del molde familiar” (oficio, forma de
vida, orientación sexual, situación económica, etc.)
5.
Hazlos visibles ante el mundo. Va ligado con lo anterior.
Se trata de reconocer sus logros o atributos reales, quitándoles el lastre de
la “falsa modestia”. Te comparto que cuando mi mamá estaba a punto de una
cirugía de alto riesgo (que finalmente le costó la vida), nos preguntó si había
algo que le nos hubiera gustado que hiciera y que no hubiera hecho. Mis
hermanos y yo le dijimos que nos llamaba la atención que nunca nos presumía.
Nos dijo que a ella no le gustaban mucho las personas que “tenían” que presumir
a sus hijos, ella pensaba que nuestros logros hablaban por sí mismos. Sin embargo,
en cuanto tuvo la primera oportunidad, le platicó a su visita los logros que
estábamos teniendo en aquel momento de la manera más espontánea y natural.
Sobra decir que nosotros nos sentimos como pavorreales.
6.
Cumple todo lo que prometes. Tanto lo positivo como lo
negativo. Da seguridad, certeza, estructura y le confirma que es visto. Además
de que comprende que “la palabra” de una persona tiene valor. Y claro, se
modela con el ejemplo.
7.
Defiéndelos de los abusos de otros. No se trata de andar
sobreprotegiéndolos y haciéndolos inútiles, pero sí de no permitir que otros
vulneren su dignidad. Si tú te enteras que a tu hijo le ha acontecido algo que
lo rebasa en tamaño, fuerza o autoridad y vulnera su dignidad, tu
responsabilidad en prestarle tu voz y presencia para que aquello no quede
impune. Un claro ejemplo son los abusos sexuales que sufren los pequeños a
manos de familiares, vecinos o amigos, y los padres no toman acción. Entonces,
los hijos sufren no sólo por aquello que les perjudicó, sino también, por
sentir que su dolor no tuvo el peso suficiente para que sus padres
intercedieran.
Todo
esto en relación a nuestros hijos. Ahora, si nos damos cuenta que NOSOTROS hemos sido esos hijos
invisibles:
1.
Es necesario iniciar un trabajo terapéutico para sanar a nuestro Niño
Interno lastimado. En ese caso, seguramente te puede interesar participar en el
Taller de la Escuela del Amor para la Familia, o te puedo apoyar con terapia
Gestalt y reiki. Te puedes comunicar conmigo al correo: maternidadsustentable@gmail.com
2.
Toma tu lugar en el mundo. Para ayudarte en este proceso,
yo te recomendaría apoyarte en las Constelaciones Familiares, que te ayuden a
que el flujo del amor se restablezca en su sistema familiar. En sinergia con un
especialista en este tipo de terapia puedes participar el primer domingo de
cada mes, más información, al mismo correo electrónico.
Si
después de escuchar este tema te das cuenta que tú no estás en esta situación
pero alguien que conoces, o los hijos de alguien que conoces sí, puedes
compartir esta información a través del muro de FB Maternidad Sustentable, así
como el link al video donde podrás ver nuestra participación en el programa
Cada Día, lo que aquí hemos comentado y compartirlo en tus redes sociales. Comienza en el minuto 4 con 50 segundos. Miriam del Toral en Cada Día. El dolor sin voz... los niños invisibles.
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