Este artículo está dirigido a todas aquellas mujeres que han perdido a sus mamás… y a todas aquellas que aún la tienen con vida y no se han dado cuenta de lo afortunadas que son.
El día de hoy se cumplen dos décadas de que murió mi mamá
después de enfrentar una lucha contra el cáncer de páncreas y perderla a causa
de una septicemia.
Hoy desperté con la voz en la cabeza que con tono de trámite
decía aquella madrugada: “familiar de Altamirano Meléndez”… En mis sueños me
veo recorriendo nuevamente aquel solitario pasillo para llegar al área de
terapia intensiva con el eco de mis pasos resonando. Al llegar, un desvelado
médico de guardia me recibe con la pregunta: “¿tú eres la familiar de
Altamirano Meléndez?” – “Sí” respondo, mientras miro hacia la cama donde estaba
mi mamá y veo apagados los aparatos que durante días la habían ayudado a
sobrevivir.
No me permiten acercarme para despedirme.
No me permiten acercarme para despedirme.
De esa madrugada a la fecha muchas cosas han pasado, pues ha
transcurrido la mitad de mi vida sin ella.
Estudié, me gradué de licenciatura, especialidad y maestría. Viajé y regresé. Trabajé, renuncié, me despidieron, emprendí por mi cuenta.
Gracias a ella encontré al hombre de mi vida (lo conocí donando sangre para ella). Me enamoré, me casé y… me convertí en madre.
Estudié, me gradué de licenciatura, especialidad y maestría. Viajé y regresé. Trabajé, renuncié, me despidieron, emprendí por mi cuenta.
Gracias a ella encontré al hombre de mi vida (lo conocí donando sangre para ella). Me enamoré, me casé y… me convertí en madre.
Y es aquí donde quisiera centrar mi relato. Hace 11 años que
nació mi primera hija. ¿Te puedes imaginar todas las dudas e incertidumbres que
tenía? Fui la más pequeña de mi familia y la primera en tener hijos, así que ni
idea de cómo cuidar bebés. Afortunadamente, la vida me proveyó de una suegra súper
paciente y amorosa que me compartió todo lo que ella sabía y había hecho con
sus propios hijos…
Sin embargo, durante estos años me han surgido tantas dudas
acerca de mi propia historia… Curiosidad (por no decir – necesidad de saber -)
cuáles habrán sido los procesos por los que atravesó mi mamá en su vida (como mujer, esposa, mamá, profesional, hija, hermana).
Claro
que tengo recuerdo de una que otra anécdota relatada alguna vez por mi madre o
mis tías abuelas. Pero no sobre cosas muy puntuales y que me encantaría tener la
posibilidad de preguntárselas ahora.
Debo ser sincera, la relación con mi mamá no siempre fue
maravillosa. Debo agradecer a una de las grandes cirugías a las que se sometió
cuando yo tenía 13 años el haberme acercado a ella. A partir de aquel verano, me
dí cuenta que de la “levedad del ser” era real.
Y también me pregunto en ocasiones: “¿las personas que aún
tienen a sus mamás, sabrán la suerte que tienen?”. ¿Reconocerán la fortuna que
es poder preguntarles desde las cosas más mínimas y fútiles hasta las más
existenciales sobre esto de ser mamá?
Tanto si sí como si no, aprovecha
hoy para decir gracias. Si es pertinente: lo siento. Y si es necesario,
acude a terapia para tramitarlo. Es cierto que el tiempo cura muchas heridas y
les da perspectiva, pero el vacío que dejan los padres y madres cuando se van…
perdura.
Por lo pronto, gracias, papá, por estar por aquí todavía llenando esos rincones melancólicos con tanto amor.
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