miércoles, 19 de noviembre de 2014

El día en que un fular cambió mi vida…


Año 2011. Número de hijos 3. Número de manos 2. ¡Uy!

Preocupada por un tema de movilidad, navegando en la Internet conozco los fulares. Compro mi primer fular. Investigo un poco más y doy con varios links donde hablan de sus beneficios físicos y emocionales para la mamá y el bebé. Leo el libro “El Abrazo con sentido”… me topo con algo más que sólo la facilidad de cargar a mi bebé y hacer mi vida diaria.

Me doy cuenta de la importancia que tiene para mi bebé esta cercanía, la confianza básica que estamos desarrollando al estar juntas y que ese lazo la acompañará toda su vida… ¡Ups! Caigo en cuenta de todas las omisiones que hice con mis dos hijos mayores, principalmente con la primogénita. Me cae encima la culpa, el tormento de no poder regresar el tiempo para remediar aquello que no hice o hice mal. Me hago preguntas necias como: “¿Por qué no lo supe antes?”, “¿Hubo alguien que me lo hubiera dicho y no lo escuché?”, “¿Cómo no me di cuenta?”… Sigo porteando.

Entonces me doy cuenta que a pesar de “mis estudios”, esta parte de la maternidad no la había explorado. Decido “actualizarme”. Leo más, más de Laura Rincón Gallardo, más de Laura Gutman, más de Carlos González, Martha Alicia Chávez, Lise Borbeau. Casi simultáneamente conozco el Reiki. Y entonces abro un capítulo aún más oscuro en mi consciencia. Todo aquello que no había hecho con mis hijos mayores tenía más que ver conmigo y mis carencias emocionales que con mis “saberes”. Sigo porteando.

Continuo leyendo, me aferro a la terapia reiki. Hago contacto con tristezas de mi niña interna, con duelos, con culpas, enojos… y también con mis fuentes de amor, ternura y seguridad. Se va haciendo el camino de redención con mis hijos. Salen de mi cuerpo esas energías atrapadas. Dejo de sólo lamer mis heridas. Comienzo a utilizar esa energía liberada para compartir con otras mamás lo que estoy aprendiendo. 
Me decido a distribuir fulares para tener la oportunidad de compartir la maravilla de la crianza con apego y el porteo. Inicio un Círculo de Lectura para Mamás. Compro mi segundo fular. Sigo porteando.

Incorporo lo que aprendo en mi familia y en mi presente cambiante continuo … y quiero más. Acudo al congreso del Instituto Prekop, conozco a Jirina Prekop. Hago consciente la importancia del perdón, comienzo por liberarme a mí misma de todas esas culpas asumidas, comprendiendo que hice lo mejor que pude con los recursos emocionales que tenía. Pude ver a mi mamá (ya fallecida) de la misma manera y entonces se detonan una serie de perdones en cadena… Camino más ligera. Sigo porteando.

Replico el taller de la Escuela del Amor para la Familia que había ido a aprender. Me invitan a hacer colaboraciones en radio y en la televisión local, abro un blog, me inicio como reikista… Sigo porteando.

Mi hija cumplió tres años en octubre y aún recuerdo el día que recibí mi primer fular y mi hija se acomodó junto a mi corazón. Ese hecho, fue el gatillo de una búsqueda personal. Mi vida dio un vuelco, reconocer mis dolores internos, atenderlos y sanarlos me hace una persona más, consciente, una mamá más amorosa y adecuada para las necesidades de mis hijos, una esposa más honesta, una profesional más plena. 

Ahora me dedico a la promoción de la maternidad sustentable (recurso inagotable es el amor) y la terapia reiki. Sé que el camino es largo y continuo, que hay muchas cicatrices que revisar y reflexionar sobre mi hacer, pero lo esperanzador es estar en la ruta del amor y el movimiento.


Y todo comenzó, el día en que un fular me dio mi primer abrazo...
y cambió la vida…